RAOUL PUGNO: Enseñar piano a los niños

“Usted tiene hoy una reunión con el señor Raoul Pugno. Le esperará en su estudio de París a las cuatro de la tarde.” Así había escrito el amable representante de Musical America en París. 

Había sido muy difícil concertar una cita con uno de los más ilustres músicos franceses, debido a sus compromisos o porque se encontraba fuera de París. Por eso, agradecí esta oportunidad de poderme reunir al fin con uno de los grandes pianistas del país.

A la hora señalada, condujimos por la bulliciosa rue de Clicy y nos detuvimos en el número que nos habían indicado. Resultó ser uno de esos típicos bloques de apartamentos poco prometedores que muestran al transeúnte una fachada austera de pared lisa, rota por hileras de ventanas cerradas que no dan ninguna pista de lo que puede haber en el interior. En esta ocasión no encontramos al hombre que buscábamos en la parte delantera del edificio y cruzamos un patio cuadrangular. La casa estaba construida alrededor de este espacio como era costumbre en la edificación de las viviendas antiguas.

Raoul Pugno, ca 1890
Dominio público

Finalmente, descubrimos la puerta adecuada que nos abrió una criada. 

“El señor Pugno no está aquí, vive en el campo” – dijo, respondiendo a nuestra pregunta. (¡Qué difíciles de encontrar son estos músicos franceses. Parece que todo el mundo vive en el campo!)

“Pero señora, tenemos una cita con el señor Pugno. ¿No sería tan amable de mirar si se encuentra en el edificio?”

Nos dejó de pie esperando pero regresó casi de inmediato para informarnos de que el señor Pugno había entrado en ese mismo momento en su estudio y nos llevó hacia él. En un momento habíamos cruzado el diminuto vestíbulo y nos encontrábamos en el santuario del artista. A primera vista uno se sentía como si estuviera en la habitación oriental de alguna monarquía de los países del este. Bordados turcos de oro y plata colgaban sobre puertas y ventanas, las paredes estaban cubiertas con ricas pinturas y había abundantes objetos de arte de gran valor. Una puerta abierta daba a un precioso jardín, donde las flores estaban floreciendo y el agua de una fuente salpicaba en su pila de mármol. En un extremo de la habitación había una tarima con un canapé sobre el que se habían colocado tejidos orientales. En este diván, como si de un trono se tratase, se sentó el ilustre pianista que fuimos a visitar. Hizo un gesto majestuoso e imponente mientras se sentaba, con su larga barba canosa y su digno porte. Junto a él se sentó una mujer joven y enseguida nos dimos cuenta de que se trataba de la señora Nadia Boulanger, una compositora que había cosechado grandes éxitos. 

“Lamento que no pueda conversar con usted en inglés, puesto que solo hablo mi idioma materno.” – dijo el señor Pugno a la vez que nos saludaba amablemente con su mano y nos invitaba a sentarnos. 

“Desean saber algunas de mis ideas sobre la práctica pianística o sobre la pedagogía del instrumento. Creo que un niño puede empezar a estudiar piano a una edad muy temprana, si muestra aptitudes para la interpretación. De hecho, cuanto más pronto empiece será mucho mejor porque habrá finalizado parte del exigente trabajo que requiere el estudio del piano cuando sea lo suficiente maduro como para comprender la música.”


LA FORMACIÓN DEL NIÑO

"Hay que tener cuidado con la salud del niño que tiene talento para la música, de manera que no se exceda en el estudio del piano. Después de todo, una buena condición física es lo más importante, porque sin ella poco se puede hacer. 

Un niño con buenas condiciones de salud puede empezar con el piano a partir de los cinco o seis años y debe tener una formación coherente desde el principio. Como la educación del oído es de suma importancia en la música, debería cuidarse el estudio del sonido, la audición y reconocimiento de diferentes sonidos, así como cantarlos en las clases de solfeo. Al principio debemos asegurar una buena posición de la mano y que los dedos se muevan correctamente. Se realizará un trabajo exhaustivo de las escalas, arpegios, acordes, así como una gran variedad de ejercicios para los dedos antes de empezar con las obras de repertorio. En pocos años se espera que los jóvenes estudiantes toquen unos cuantos estudios (Czerny, Cramer…) y por supuesto, siempre Bach. En mi puesto como miembro del claustro de profesores del conservatorio, muchos alumnos pasan por delante de mí. Cuando acepto algún alumno en mi aula, debe tener talento y ser de nivel avanzado, pues no suelo dar clase a los pequeños. Aun así, es interesante observar el desarrollo cognitivo de los niños.”

La conversación se centró en el encantador estudio del pianista y su precioso jardín donde se aseguraba la calma frente al ruido y trajín de uno de los barrios más concurridos de París. Nos dijeron que, anteriormente, el estudio había pertenecido al pintor Decamps y que algunos de los cuadros y muebles también habían sido de él. Un fino retrato de Pugno a escala real, que llenaba completamente el espacio que se encontraba encima del piano, nos llamó la atención. Él se levantó amablemente al ver que admirábamos el cuadro y se puso a buscar la fotografía que había servido como modelo. Cuando la encontró (era la única que poseía), nos la enseñó orgulloso.

A continuación hablamos del trabajo compositivo de la señora Boulanger, un tema que parecía interesar profundamente al señor Pugno. 

“Ella está escribiendo una ópera; de hecho, la estamos escribiendo juntos. El texto proviene de una obra de d’Annunzio. Le anotaré el título.”

Tomó una hoja de papel, la puso en mi mano y escribió: “La Ville Morte, 4 Actos de d’Annunzio. Música de Nadia Boulanger y Raoul Pugno.”

“Sin ninguna duda, la interpretarán en América cuando esté acabada. Se lo haré saber- dije.

El pianista sonrió un poco y aceptó la sugerencia con evidente satisfacción. “Sí, iremos a América y veremos la representación cuando esté terminada” – respondió.

Con muchas muestras de agradecimiento nos marchamos del estudio oriental, dejando allí a sus distinguidos ocupantes, y al regresar a la bulliciosa rue de Clicy pensamos que habíamos vivido una de las experiencias más fascinantes de nuestra estancia en París.

(Todo lo narrado anteriormente es la última entrevista que se hizo a este gran artista francés ya que murió unos meses más tarde)

Los siguientes temas concernientes a la manera de enseñar del profesor Pugno, me las dio la señora Germaine Schnitzer, consumada pianista francesa y maestra de alumnos de gran talento:

Germaine Schnitzer en una publicación de 1920
Dominio público
 

"Pugno tocaba el piano desde su infancia y desde su juventud participó en varios concursos. Sin embargo, más tarde, dedicó gran parte de su tiempo al órgano, descuidando aparentemente el trabajo pianístico que había realizado. La forma en que volvió a prestar su máxima atención al piano se produjo así: se había anunciado que Edward Grieg, el famoso músico noruego, venía a París. Pugno estaba un día echando una ojeada a su concierto para piano. “¿Por qué no tocas el concierto al compositor cuando venga?” – le insinuó un amigo. “No soy pianista” – respondió Pugno. “¿Por qué no? – insistió su colega. “Sabes lo suficiente sobre el piano y tienes todavía cuatro semanas para estudiar el concierto.” Pugno aceptó el consejo, estudió la obra y la tocó en el concierto ofrecido a Grieg cosechando un enorme éxito. Tenía entonces treinta y nueve años. Esta aparición fue el comienzo al que siguieron otros exitosos compromisos y así se convirtió en uno de los grandes pianistas franceses. 

Pugno era pianista de nacimiento. Tenía un don natural para la técnica y además nunca se preocupó por enseñar ejercicios técnicos o practicarlos. Si en el trabajo de un alumno se observaban problemas técnicos, no los comentaba o explicaba, simplemente cerraba la partitura y se negaba a seguir escuchando. El alumno, obviamente, se quedaba desconcertado. Disfrutaba acompañando a los estudiantes (generalmente con la mano izquierda) o cantando las melodías y los diferentes temas con el fin de dar ideas sobre el significado y la interpretación de la música. Esto daba independencia a los alumnos y a menudo les proporcionaba diversión. 

Con los alumnos de nivel avanzado Pugno hablaba mucho sobre la música y lo que podía expresar. Traducía los temas y pasajes a los sentimientos y emociones que los habían originado. Mostraba cómo todas las emociones tenían su equivalente en los sonidos. “Sobre todo haz que la amabilidad y la generosidad te controlen” – escribió una vez. “Si estás lleno de bondad, tu sonido será bonito”. 

Las enseñanzas de Pugno adoptaban un formato de ponencia en las que se trataba el significado más profundo de la obra y el arte de interpretarla, en lugar de trabajar los aspectos técnicos. Sobre esto último se preocupó muy poco. Es evidente que solo los alumnos con talento progresaron bajo su dirección. No le interesaban los estudiantes que no tenían cualidades artísticas. Fue un profesor estupendo para aquellos que tenían la perspicacia de leer entre líneas y que eran capaces de seguir y empaparse de su entusiasmo artístico. 

Ya hemos dicho que Pugno no estaba muy interesado en la técnica del piano. Incluso conmigo, que era su mejor alumna, rara vez tocó de pasada el tema de la técnica aunque debo mencionar una notable excepción. Me enseñó un principio técnico, basado en unos ejercicios sencillos, del que nunca antes me habían hablado. Esta máxima me ha ayudado sorprendentemente a dominar cualquier pasaje complicado. Nunca he dado estos ejercicios a nadie pero estoy dispuesta a escribírselos."

(A continuación se muestra un plan resumido de los ejercicios tal y como bosquejó la señora Schnitzer)

Ejercicios propuestos por Pugno

"Pugno quería que las fusas y las semifusas se tocaran con la mayor rapidez. Esta idea no se aplica únicamente a todas las escalas, sino que también puede utilizarse con cualquier pasaje de la obra que tenga alguna dificultad.  

También se preocupó de manera entusiasma por mi trabajo, mis progresos y mi carrera. Algunas frases seleccionadas de sus cartas que he conservado nos pueden servir para arrojar más luz sobre el mundo interno de este hombre:

“Me he esforzado en explicar con claridad los pensamientos expresados en la música, de manera que tu comprensión y tus emociones también se desarrollen. Todo esto ha creado un vínculo de gratitud en ti y tienes todo mi afecto. Te he abierto las ventanas y te he dado luz y yo he recogido la satisfacción de lo que he sembrado.”

Escucha toda la música que puedas; no te pierdas a ningún pianista por bueno o malo que sea porque siempre hay algo para aprender incluso de los peores intérpretes. Estudia las grandes obras del repertorio pero incluso en éstas hay figuras o frases que no necesitan ser destacadas, para que no adquieran mucho significado.”  

(Después de tocar con la orquesta de Hans Ritcher): “¡Qué borrachera de sonido, qué alegría y qué colaboración entre los músicos! ¡Qué fuerza había en nuestro interior, que nos motivaba y nos hacía palpitar, desarrollando y expresando cada sentimiento e instinto! Ningún arte se puede comparar con la música que se expresa a través de la orquesta. Me siento mejor en torno a la orquesta porque puedo conversar enormemente con ella. Sigo su ritmo y la dirijo cuando me toca, la calmo y la abrazo. Nos complementamos. En un momento de autoridad me convierto  en su jefe y la domino. El piano solo se me queda pequeño. No me seduce tocarlo excepto en algunas circunstancias: ¡con una gran orquesta!"


BIBLIOGRAFÍA:

Brower, H. (1915). Piano Mastery. Talks with master pianists and teachers. New York: Frederick A. Stokes Company.

Traducción: Francisco José Balsera Gómez


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