Entre los muchos compromisos que
se le amontonaban al final de su gira americana, la señora Tina Lerner sacó
tiempo para debatir algunos temas importantes que tienen que ver con la
práctica pianística.
Comenzamos a hablar de las
diferentes formas de colocar las manos, mover los dedos y tocar las teclas, tal
como muestran diversos pianistas ante el público:
Es cierto que yo toco con la yema
de los dedos sobre las teclas, lo que requiere una posición plana de la mano y
la muñeca baja - la pianista lo mostró en el piano tocando varias escalas con
un sonido perlado y sus dedos rectos y extendidos. Nunca me di cuenta de que
tocaba de esta manera hasta que, recientemente, el señor Ernest Hutcheson,
pianista de Baltimore, me lo señaló. La cuestión es que siempre he adoptado la
posición del cuerpo, los brazos, las manos y los dedos que me parece más
natural y cómoda. Así lo he hecho desde que empecé mis estudios a los cinco
años de edad y siempre he mantenido esta postura, a pesar de que algunos
profesores se han esforzado por enseñarme. Afortunadamente, mis primeros
maestros fueron sensatos y cautos: me hicieron trabajar los clásicos y no me
dieron piezas de excesiva dificultad. Los principios sobre la posición de la
mano que siguen la mayoría de los pianistas me parece que son adecuados, pero
siempre me he mantenido en la que considero que es mi posición natural. Por lo
tanto, en cuanto a la posición de la mano voy por libre. Quizás nadie más toque
como yo, lo que me hace ser un tanto particular.
Por alguna razón que desconozco,
a veces he imaginado que era alumna de Leschetizky, algo totalmente irreal
porque jamás he estado en Viena. Da la impresión de que queramos huir de la
idea de ayudarnos a nosotros mismos con el nombre de algún maestro de prestigio.
La pregunta debería ser la siguiente: ¿Qué tiene el intérprete en su interior?
¿Qué puede conseguir? Y no, ¿De quién es alumno? Conocemos a algunos alumnos
famosos de Leschetizky pero nunca oímos hablar de los miles de estudiantes que
debe de haber tenido y que no han llegado a nada. Un profesor solo te puede ayudar
en una pequeña parte: da nuevas ideas que cada estudiante trabaja de manera
individual. El alumno de piano aprende de muy diversas fuentes: al asistir a un
recital de piano asimila muchas ideas sobre los tipos de toque, el sonido, el
fraseo y la interpretación; al escuchar a un gran cantante o violinista,
adquiere nuevas ideas, y al escuchar a una gran orquesta, aprende más que con
todo lo anterior. Por lo tanto, aprendemos a partir de la experiencia, de la
vida y de nuestras motivaciones: los tres contribuyen en el trabajo del músico.
La carrera musical es, ciertamente, la más apasionante que uno pueda elegir.
El profesor es una pequeña parte del aprendizaje pianístico. George Goodwin Kilburne, "The piano lesson", 1871 Dominio público |
Me han preguntado si prefiero
tocar para un público aficionado o para uno formado por expertos. Quizás en el
medio esté la virtud. De los dos tipos, me parece que es preferible el de los expertos
porque, aunque sean muy críticos, también saben reconocer tus puntos fuertes y
ven y aprecian tu esfuerzo. No son proclives a decir “no me gusta tal o cual
intérprete”, porque el experto es consciente de la gran cantidad de tiempo,
energía, trabajo y talento que se necesitan para llegar a ser pianista. Este
tipo de público más bien dice: “Prefiero la manera de tocar de tal o cual
artista”. La palabra “gustar” en relación con un gran músico parece casi una
afrenta. ¿Qué importancia tiene si su trabajo no le “gusta” a alguien? Lo que
desea el músico es superarse a sí mismo, mejorar al máximo sus habilidades.
El público es el mejor maestro
que un artista puede tener. He aprendido más del público que de cualquier otro
profesor. Aquí aprendes a ver qué es lo que emociona y conmueve a la audiencia,
cómo puedes mejorar tal o cual pasaje, cómo debes construir mejor el clímax de
esta parte o qué tipo de colorido es el más adecuado para este otro fragmento. Para
concebir cómo debe sonar una obra, en la fase de estudio, me hago una idea
general del conjunto y me aseguro de que sea lo más completa posible. Pero es
necesario probarla: un público debe dar su opinión y el visto bueno. Cuando el
trabajo se ha pulido gracias a repetidos ensayos ante el público, es entonces
cuando la interpretación se materializa en la mente y la pieza puede tocarse
siempre casi de la misma manera. Un pintor no cambia o repinta su obra cada vez
que la exhibe. ¿Por qué necesita cambiar el músico su idea sobre la
interpretación cada vez que actúa? Confiar demasiado en la inspiración del
momento puede perjudicar a la interpretación en su conjunto. Cuando tengo clara
mi idea de la interpretación, se convierte en mi deber sagrado tocarla siempre
con ese espíritu, siempre dando lo mejor. Nunca pienso que, si estoy tocando en
Boston o Nueva York, deba esforzarme más para hacer una mejor actuación que si
toco en una ciudad pequeña. Debo dar lo máximo que pueda, sin importar el
lugar. La gente algunas veces me pregunta si estoy nerviosa antes de un recital.
No es que me asuste el público pero siempre tengo algo de ansiedad por saber si
seré capaz de lograr la interpretación que deseo cuando llegue el momento.
Puedo decir que prefiero tocar en
América más que en ningún otro lugar del mundo. Hay una mayor apreciación real
y entendimiento aquí que en otros países. Por supuesto, los grandes auditorios
musicales de todo el mundo tienen más o menos las mismas características, pero
la diferencia se encuentra en las ciudades más pequeñas, que en América están
más adelantadas musicalmente que en Europa. He experimentado esto en repetidas
ocasiones. Hace no mucho me contrataron para hacer un par de recitales en un pueblo que no tenía más de dos mil habitantes. Cuando llegué y
vi el hotel rural, me pregunté qué buscaría el público de este lugar en un
concierto de piano. Pero cuando entré en el instituto donde iba a tocar y me
encontré al numeroso e inteligente público reunido, algunos de los cuales
habían viajado muchas millas para estar presentes, pude ver la estimación que
sienten por la música. El profesor de este centro era un buen músico que había
estudiado nueve años con Leschetizky en Viena. Los jóvenes conocían las obras
del programa, prestaron mucha atención y estaban instruidos en las nuevas
tendencias de la música.
Un hándicap actual que se
encuentra el pianista que toca mucho con orquesta es la escasez de conciertos para
piano modernos. Los diez o doce más conocidos se tocan una y otra vez, y rara
vez se escucha algo nuevo. Hay nuevas obras escritas, estoy segura, pero el
público todavía no está interesado en las mismas. El segundo concierto de
Rachmaninoff, que es una preciosidad, todavía no ha tenido éxito, incluso en
los grandes auditorios donde lo ha escuchado un público más versado. Creo que
si se reuniera a un público formado por los mejores músicos en una pequeña sala
y se tocara esta obra, no dejaría de asombrarse al escuchar tantísima belleza. Ahora
estoy estudiando un nuevo concierto de Haddon Wood, cuyo manuscrito puede ver
allí en el piano. Lo considero una preciosidad.
Una conversación posterior con la
artista derivó en lo siguiente:
Empecé con la música cuando tenía
unos cuatro años tocando el himno nacional de Rusia en un piano de juguete que
me habían regalado y que tenía ocho teclas. Un día vino a casa el profesor de
mi hermana, Rudolph Heim, principalmente para verme. Esto sucedió en Odessa, en
el sur de Rusia, donde nací y pasé los primeros años de mi vida. En esta
ocasión quería verme y ver lo que podía hacer en el piano. Desafortunadamente,
una repentina timidez se apoderó de mí y empecé a llorar. No se pudo realizar
la audición ya que ese día no fue posible conseguir nada de mí. Era testaruda incluso
a esa edad.
Al poco de este incidente, me
llevaron al estudio del profesor. Me escuchó, pensó que tenía talento y que debería
cultivarlo, por lo que se hizo cargo de mi aprendizaje pianístico. Entonces
tenía cinco años y es cuando realmente comenzó mi verdadera educación musical.
Desde el principio adopté la
posición de la mano que me parecía más conveniente y cómoda, y no habría
ninguna orden o consejo que me hiciera modificarla. Toco escalas y pasajes con
la mano baja y los dedos planos porque parece que esa posición es la más
favorable para mi mano. Cuando practico, toco todo muy lento, levantando bien
mis dedos desde los nudillos. Esto me da mucha claridad y firmeza. En el
trabajo de un pasaje rápido se reduce la acción pero la posición se mantiene.
Se dice que tengo un toque claro y perlado, con la suficiente potencia como
para afrontar obras de gran formato.
Después de estudiar cinco años
con mi primer profesor, Rudolph Heim, alumno de Moscheles, entré en el
conservatorio de Moscú y continué mis estudios bajo la dirección del profesor
Pabst. Por aquel entonces
tenía diez años. El profesor Pabst era muy conservador y estricto, y me hizo
trabajar la música de los grandes maestros. Este tipo de música me pega
totalmente o al menos disfruto mucho tocándola. Incluso con este repertorio
sigo teniendo la misma idea de cómo debo colocar las manos y tocar en el
teclado. Estuve con este profesor alrededor de seis años y a partir de entonces
comenzó mi carrera pública.
Me pregunta sobre cómo estudio actualmente
y de qué forma organizo mi práctica. Durante el periodo de descanso de los conciertos
practico mucho. Ojalá pudiera decir lo mismo siempre pero no es posible. Dedico
una hora diaria al trabajo técnico. Como material utilizo constantemente los
estudios de Chopin. Los toco levantando bien los dedos y extendiéndolos, a un
tempo muy lento. En estos estudios encontramos la mayoría de los problemas
técnicos: octavas, arpegios, escalas en terceras y sextas, notas repetidas o acordes
quebrados. Toco estos estudios a diario y también utilizo los estudios de ejecución
trascendental de Liszt, además de tocar Bach, por supuesto. La ventaja de
utilizar este material es que nunca te cansas del mismo: siempre es interesante
y bello. Con este material bajo control, siempre estoy preparada para un
recital y sólo me queda añadir algunas obras complementarias y música moderna.
Cuando aprendo una obra nueva, al
principio la estudio muy despacio para comprender su significado. Me hago una
idea de la misma y trabajo la pieza varios meses hasta que la saco adelante. Intento
comprender la obra y trabajo cada detalle, y es entonces cuando me esfuerzo por
reproducirla siendo fiel a este ideal.
BIBLIOGRAFÍA:
Brower, H. (1915). Piano Mastery. Talks with master pianists and teachers. New York: Frederick A. Stokes Company.
Traducción: Francisco José Balsera Gómez
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