En una larga conversación con Ernesto Consolo, el ilustre pianista y profesor mencionó de pasada muchos puntos de vital importancia tanto para el intérprete como para el maestro.
Ernesto Consolo Music Division, The New York Public Library. "[Ernesto Consolo]" The New York Public Library Digital Collections. http://digitalcollections.nypl.org/items/510d47dc-9d70-a3d9-e040-e00a18064a99 |
Entre otras cosas, Mr. Consolo dijo:
Es absolutamente necesario que el profesor de piano se tome su profesión muy seriamente. En mi opinión, hay excelente formación aquí en América, con unos profesores dispuestos a tomarse su trabajo en serio. No está lejos el tiempo en el que América gozará de una posición destacada en el tema de la formación musical y quizás lidere el mundo en todo lo referido a la música. Ese tiempo no ha llegado pero, sin duda alguna, se acerca.
Si he hablado sobre los objetivos importantes de muchos profesores de piano, no puedo decir lo mismo de los estudiantes: a menudo son superficiales y desean ir demasiado rápido. Son propensos a tener prisa y quieren realizar un concierto sin estar dispuestos a pasar los años necesarios de preparación. Ningún arte puede ser apresurado. Los estudiantes de pintura, escultura, arquitectura o música deben aprender la técnica de su arte; deben aprender a profundizar en los misterios y la técnica maestra como un medio para alcanzar un fin, y nadie necesita una preparación tan exhaustiva como el intérprete. La persona que practica esgrima, boxea o juega al béisbol debe conocer la técnica de ese deporte; ¡cuánto más tendrá el pianista que dominar la técnica si quiere obtener los mejores resultados!
En el punto central de este tema de la maestría pianística se encuentra la concentración: sin ella muy poco se puede conseguir. Los estudiantes creen que si se sientan al piano y “practican” un número determinado de horas diarias, es suficiente. Una pequeña parte de ese tiempo con un nivel de concentración elevado será mucho más productivo. A un intérprete le llevará horas aprender una página o un pasaje mientras que otro lo dominará en un breve periodo de tiempo. ¿Cuál es la diferencia? Se podría decir que uno es más inteligente que el otro. A mayor inteligencia, mayor es la capacidad de concentración.
Si un alumno viene a mi clase sin haber despertado o desarrollado su capacidad de concentración, algunas veces le doy música para que la lea muy despacio, tan despacio que cada nota, frase y marca del dedo puede verse con claridad. Al no estar acostumbrado a pensar con atención, se producen errores en las dos manos, mostrando que la mente no estaba lo suficientemente concentrada. La actitud mental siempre gana. Si no utilizamos nuestro poder mental al máximo, obviamos lo mejor que hay en nosotros.
En relación a los medios técnicos y la rutina, trabajo de manera distinta con cada alumno, porque cada uno es diferente. Dos personas no tienen la misma fisionomía de la mano, físico o mentalidad, así que, ¿por qué deberían ser cortados por el mismo molde? Un alumno, por ejemplo, tiene unas muñecas espléndidas pero no tiene buenos dedos. ¿Por qué debería ponerle la misma cantidad de ejercicios para la muñeca que le pongo a su hermano, cuyas muñecas son débiles? Sería una pérdida de tiempo. A un estudiante con ideas limitadas sobre la calidad sonora y las dinámicas, le aconsejo trabajar la sonoridad en el piano con alguna melodía sencilla de Schubert o Chopin, para que intente darse cuenta de su belleza sonora, tocándola de diversas formas hasta que se obtiene la calidad deseada. El piano es un instrumento sensible y receptivo que responde a lo que le pidas. Si atacas con un toque duro, responderá con una sonoridad estridente. De ti depende que el piano sea un instrumento musical o no lo sea.
El alumno que viene a mi clase con un toque muy pobre debe regresar, por supuesto, a los principios básicos y practicar. Debe aprender los movimientos y las posiciones correctas de la mano, los brazos y los dedos, y esto se puede adquirir en una mesa. Junto a esto, sin embargo, siempre le daré alguna pieza sencilla para interpretar con el fin de no descuidar la calidad del sonido y el sentido musical.
Por supuesto, aconsejo la práctica integral de las escalas; escalas en todas las tonalidades y con diferentes ritmos y tipos de toque. Hay una infinidad de formas de tocar las escalas. Las escalas de terceras y sextas en las dos manos las utilizo más adelante, una vez que las otras están bajo control. También incluyo los arpegios en la práctica de las escalas.
He comentado que la concentración es la clave para el dominio del piano. Otro principio que va de la mano con esto es la relajación. Si está condición no está presente en los brazos, muñecas y hombros, el sonido será duro y la interpretación forzada y antimusical. No hay necesidad de tener los músculos cansados, tensos o doloridos. Si estas sensaciones aparecen, son una prueba de que hay rigidez, de que la relajación no tiene lugar. Me puedo sentar al piano y tocar fuerte durante tres horas seguidas y no sentir la más mínima fatiga en las manos y los brazos. Además, la interpretación de la persona que está relajada, que sabe sacar provecho de su anatomía, no dañará al piano. Debemos recordar que el piano es un entramado de piezas. Su mecanismo está tan delicadamente ajustado que se mueve con absoluta libertad y sencillez. La acción del intérprete sobre el teclado deberá ser exactamente igual de natural y ajustada a la que se encuentra en el piano. Por otra parte, una persona con articulaciones y músculos rígidos, aporreando ragtime en un buen piano, se lo cargará en una semana mientras que bajo los dedos de un pianista que comprende los principios de la relajación, durará muchos años.
Esta idea de relajación se ejemplifica en los atletas, los jugadores de béisbol y otros. Tienen equilibrio y fácil regulación de cada parte de su cuerpo: parece que nunca caen en actitudes de fatiga o rigidez, ni hacen movimientos bruscos o forzados. Los brazos, los hombros, las muñecas y los dedos están totalmente relajados. El pianista necesita estudiar estos principios como el atleta. Creo en los ejercicios físicos hasta cierto punto. Se pueden hacer ejercicios de mancuernas con peso ligero. Es sorprendente cómo con poco peso es suficiente para obtener resultados. Pero debe trabajarse un movimiento cada vez, ejercitar un músculo cada vez, y no varios músculos al mismo tiempo.
Para memorizar la música para piano debo decir que no tengo ningún método concreto. Cuando me sé la pieza desde el punto de vista técnico o mecánico, me la sé de memoria. Realmente no soy consciente del momento en el que se produce la memorización. La música está en el piano antes que en mí; llega un momento en el que me olvido de pasar las páginas y así es como me doy cuenta de que me sé la obra. Cuando toco con orquesta, me sé las partes de todos los instrumentos, a no ser que se trate de un mero acompañamiento de acordes; si no estuviera interesado en tocar con orquesta, no me sabría la música de esta manera.
En una ocasión me contrataron para interpretar el concierto de Sgambatti, que no tocaba desde hacía tiempo. Probé en el piano y me di cuenta de que no lo recordaba. Mi primera idea fue sacar la partitura y repasarla; la segunda fue intentar recordarla de memoria. Utilicé el segundo método con el resultado de que, en unas tres horas y media, tenía de nuevo todo el concierto en mi cabeza. Toqué la obra diez días después sin tener que consultar ni una sola vez la partitura. Esto demuestra que la memoria puede ser total y no simplemente mecánica.
Los alumnos creen que no pueden memorizar, cuando sería bastante sencillo si se esforzaran de forma correcta. Les pido que miren con atención una pequeña parte, dos compases, o incluso uno, y después que lo toquen sin mirar las notas. Por supuesto, esto se puede hacer sin el piano; las notas incluso se pueden recitar; pero hay otros signos y marcas que deben tenerse en cuenta y recordarse, por eso creo que es mejor trabajar en el piano.
Tocar el piano es una actividad individual y compleja. No exijo ni espero que mis alumnos toquen e interpreten como lo hago yo, porque entonces vería réplicas de mí mismo y se perdería su individualidad. A menudo les escucho tocar una composición de forma distinta y con un espíritu diferente de como yo entiendo la obra. No les digo, “eso está mal, debes tocarlo como yo”. Les dejo tocar como ellos ven y sienten con tal de que no se contradiga el gusto estético.
Confío en que estos consejos sean de ayuda a intérpretes y docentes. Lo que también se requiere es todo el ánimo que los artistas podemos dar porque en la mayoría de los casos el alumno está haciendo un buen trabajo.
Se podrían escribir volúmenes enteros sobre estos apresurados comentarios, pero para eso mi tiempo es demasiado limitado.
BIBLIOGRAFÍA:
Brower, H. (1915). Piano Mastery. Talks with master pianists and teachers. New York: Frederick A. Stokes Company.
Traducción: Francisco José Balsera Gómez
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