Pepito Arriola: La historia de un niño prodigio

Pepito Arriola nació el 14 de diciembre de 1897. Una investigación exhaustiva de su ascendencia revela que no menos de doce de sus antepasados y parientes eran muy musicales. Su padre trabajaba como médico, pero su madre era músico. Su primera formación musical se la dio exclusivamente su madre. La conferencia que se reproduce a continuación se presentó cuando tenía doce años y en ese momento aparentemente era un niño perfectamente sano, con la actividad habitual de cualquier chico de su edad pero con un poco más de formación general (además de musical), que la de un joven promedio de quince o dieciséis años. Hablaba francés, alemán (con fluidez) y español, así como un poco de inglés. A pesar de haber recibido numerosas distinciones de monarcas europeos y de importantes músicos, era excepcionalmente modesto. Al tocar nunca parecía que cometiera errores, incluso en las obras más complejas, y su madurez musical y su punto de vista eran realmente sorprendentes. El documento siguiente es particularmente valioso desde el punto de vista educativo, debido a la absoluta naturalidad de la narrativa de un niño sobre su propia formación.

Pepito Arriola
Pepito Arriola
Dominio Público



MIS PRIMEROS RECUERDOS


Hay tantas cosas que me interesaban de lo que sucedía habitualmente cuando era niño, que todo me parece una neblina. No recuerdo cuándo comencé a tocar, porque mi madre me dice que quería alcanzar el teclado antes de soltarme de sus brazos. También aprendí que, cuando tenía unos dos años y medio, podía tocar fácilmente, después de escuchar a mi madre, cualquier cosa asequible al tamaño de mi mano. 

Amo tanto la música y es tan divertido tocar el teclado y hacer bonitos sonidos, que el piano fue realmente mi primer y mejor juguete. Me encantaba oír a mi madre al piano y continuamente le pedía que tocara para mí para poder interpretar las mismas piezas a continuación. No sabía nada de notación musical y tocaba completamente de oído, lo que me parecía lo más natural del mundo. En aquel tiempo le dijeron al rey de España que yo tenía talento. Se interesó por mí y toqué el piano para él.

MI AMISTAD CON ARTHUR NIKISCH

Poco tiempo después, Herr Arthur Nikisch, director de la Orquesta Gewandhaus de Leipzig y anteriormente director de la Orquesta Sinfónica de Boston en América, vino a Madrid para dirigir a la Orquesta Filarmónica en un concierto especial. Alguien le habló de mí y me permitieron tocar para él. Se interesó tanto que insistió en que me llevaran a Leipzig para seguir estudiando. Yo tenía entonces cuatro años de edad y aunque las ventajas musicales en España son cada vez mayores, mi madre pensó entonces que lo mejor era seguir el consejo del gran músico y que me llevaran a la ciudad alemana.

Quiero decir que en el estudio temprano, mi madre nunca intentó presionarme o instarme a seguir adelante. Me encantaba tocar por el mero hecho de tocar y no necesitaba que me convencieran para pasar tiempo frente al teclado. En mis primeros años se me permitía tocar en público muy poco, aunque me pedían constantemente que lo hiciera. Me consideraban una especie de curiosidad y mi madre quería que estudiara de forma constante con buenos maestros y también que adquiriera más fuerza antes de tocar más en público.

Sin embargo, toqué en el gran Albert Hall de Londres. Ese enorme edificio tiene capacidad para 8.000 personas, pero eso fue hace tanto tiempo que casi lo he olvidado por completo, excepto que todos parecían contentos de ver a un niño de cuatro años tocando el piano en un lugar tan grande. También toqué para personas de la realeza, incluido el Káiser de Alemania, que fue muy bueno conmigo y me regaló un broche precioso. Me gusta mucho el Káiser. Parece un buen hombre.

MI PRIMERA FORMACIÓN SERIA

Mi primer maestro, además de mi madre, fue un tal Herr Dreckendorf, de Leipzig. Fue muy amable conmigo y se esforzó al máximo, pero la idea de aprender las notas me resultaba muy desagradable. Estaba terriblemente aburrido con los ejercicios técnicos que me dio, pero desde entonces aprendí que se puede ahorrar mucho tiempo practicando escalas y otros ejercicios. Aunque no me gustan, ahora los practico todos los días, durante un rato, para que mis dedos funcionen bien.

En unas seis semanas sabía todo lo que se esperaba de mí en cuanto a escalas en octavas, sextas, terceras, dobles terceras, etc., y mi maestro comenzó a focalizar su atención en los estudios y las obras. Por primera vez encontré interesante la notación musical, porque entonces me di cuenta de que no era necesario esperar a que alguien más tocara una pieza para poder comenzar a explorar su belleza. ¡Ah! Fueron maravillosos esos primeros días con el repertorio. Estaba en un nuevo país y sin terminar de dominar una obra, ya estaba ansioso por llegar a la siguiente y ver cómo era. 

Herr Dreckendorf me dio algunos estudios de Dussek, de Cramer, las invenciones de Bach, etc., y al poco tiempo la fascinación por tocar piezas hermosas fue tan grande que me enganchó completamente.

EL REPERTORIO TEMPRANO

Tenía tanta hambre por devorar nuevo repertorio que cuando tenía ocho años y medio ya podía tocar de memoria piezas como el Scherzo en si bemol menor, la Polonesa en la bemol mayor y la mayoría de los Valses y Estudios de Chopin. También toqué la Sexta Rapsodia de Liszt y el Concierto en do menor de Beethoven.

Mientras tanto nos mudamos a Berlín, que ha sido nuestro hogar desde entonces. Como podéis imaginar, he visto mucho más de Alemania que de mi país natal, España. De hecho, me parece más natural hablar alemán que español. Con siete años tuve la suerte de recibir las enseñanzas de Alberto Jonás, el virtuoso español que durante muchos años dirigió una gran escuela de música en Estados Unidos. Nunca podré estarle lo suficientemente agradecido, porque me ha enseñado sin cobrarme las clases y ni siquiera un padre podría ser más amable conmigo. Cuando dejé Berlín para mi gira actual, se nos llenaron los ojos de lágrimas porque sabía que estaba dejando a mi mejor amigo. La mayor parte de mi repertorio actual lo he aprendido con Jonás, y él ha sido muy, pero que muy exigente.

También se aseguró de que mi formación fuera amplia y no se limitara a aquellos compositores cuyas obras me atraían más. El resultado es que ahora aprecio las obras de todos los compositores para piano. Beethoven me pareció muy absorbente. Aprendí la Sonata Appasionata en una semana y deseaba más. Mi maestro, sin embargo, insistió en que fuera despacio y dominara todos los pequeños detalles.

También he desarrollado un gran cariño por Bach, porque me gusta descubrir cómo construye a sus melodías y cómo hace cosas tan hermosas con ellas. Toco mucho repertorio de Bach, incluida la Fuga para órgano en sol menor, que Liszt arregló para piano. ¡Dios, ya era bastante difícil para el órgano en su versión original! No entiendo por qué Liszt quiso hacerla más difícil.

Liszt es, por supuesto, considerado un gran maestro del piano, y toco sus obras con gran placer, especialmente la Campanella con su hermoso efecto de campana, pero no puedo considerar a Liszt como un compositor pianista de la misma manera que pienso en Chopin. El piano era la lengua natural de Chopin. La lengua de Liszt, como la de Beethoven, era la orquesta. No conoció dificultades, según la forma en que escribió sus propias obras. En consecuencia, al tocar las obras de Liszt hay que pensar en la orquesta, mientras que las obras de Chopin sugieren sólo el piano.

MI ESTUDIO DIARIO

Durante la mayor parte de mi vida mi práctica nunca ha superado las dos horas diarias. En este país, mientras estoy de gira, nunca estudio más de una hora y media. Esto no es necesario, debido a los conciertos en sí, que mantienen mi trabajo técnico. Nunca me preocupo por mis dedos. Si puedo pensar bien las piezas, mis dedos siempre tocarán las notas. Mi madre insiste en que esté al aire libre todo el tiempo que no estoy estudiando ni practicando, así que estoy fuera la mayor parte del día.

En mis sesiones de práctica dedico al menos quince o veinte minutos a ejercicios técnicos y me esfuerzo por tocar todas las escalas, de todas las formas posibles, en todas las tonalidades, una cada día. Luego toco algunas de las obras de mis conciertos, tratando continuamente de observar si hay algún lugar que requiera especial atención. Si lo hay, dedico inmediatamente un poco de tiempo a mejorar ese pasaje.

Es en gran medida una cuestión de pensar correctamente la idea musical y luego decirla de la manera correcta. Si lo piensas bien y tienes buena puntería en el teclado, no tocarás las notas equivocadas, incluso en saltos como los que se encuentran en el Vals en mi bemol de Rubinstein. No recuerdo haber tocado incorrectamente las notas más agudas. Todo me parece tan fácil que estoy seguro de que si otros niños en los Estados Unidos observaran otros ejemplos de la misma manera, no encontrarían el estudio tan difícil. Me encanta practicar Chopin. No se puede tener tanta intimidad con Bach; es un poco frío y antipático hasta que uno lo conoce muy bien.

LA EDUCACIÓN GENERAL

Antes he dicho que tocamos como pensamos. La mente debe estimularse continuamente o los dedos estarán torpes. Para ver la belleza de la música debemos ver la belleza en otras disciplinas. Tengo un profesor privado que viene a Berlín y me enseña diferentes materias. He estudiado algo de Latín, Francés y las asignaturas propias de los estudios generales. La electricidad me atrae muchísimo y me gusta aprender sobre ella, pero mi mayor interés está en el estudio de la astronomía. Seguramente nada puede ser mejor que mirar las estrellas. Tengo amigos del círculo de astrónomos de Berlín que me dejan mirar a través de sus telescopios y me cuentan todo sobre las diferentes constelaciones y esos mundos que parecen lunas cuando los ves ampliados. Es todo tan maravilloso que hace que uno no pare de pensar.

También me gusta visitar fábricas y aprender cómo se hacen diferentes utensilios. Creo que hay muchísimas cosas que uno puede aprender fuera del aula. Por ejemplo, hace poco fui a una fábrica de alambre y estoy seguro de que me enteré de muchas cosas que tal vez nunca hubiera descubierto en los libros. También se aprende viajando, y cuando estoy de gira siento que aprendo más sobre las diferentes personas y su manera de vivir que con la asignatura de Geografía. ¿No creéis que soy un chico afortunado? Sin embargo, hay que estudiar Geografía para aprender los mapas y la forma en que se configuran los países. He realizado giras por Alemania, Rusia e Inglaterra, y ahora por Estados Unidos. Estados Unidos me interesa sobremanera. Todo parece muy vivo y me gusta mucho el clima.

ESTUDIOS TEÓRICOS

La teoría musical me aburre ahora, casi tanto como mis primeros estudios de técnica. Richard Strauss, el gran compositor alemán, se ha ofrecido muy amablemente a enseñarme. Me gusta mucho y es muy amable, pero sus atronadores efectos musicales a veces me parecen muy ruidosos. Conozco muchas de las reglas de la armonía, pero me resultan muy incómodas y desagradables.

Preferiría escribir mi música tal y como me viene a la mente. Herr Nikisch dice que cuando lo hago de esa manera, cometo muy pocos errores, pero sé que nunca podré ser compositor hasta que domine todos los ámbitos de la teoría musical. Ahora estoy escribiendo una sinfonía. Interpreté algunos pasajes para Herr Nikisch y él aceptó en tocarlos. Por supuesto, tendré que escribir la parte orquestal, pero sé con qué instrumentos quiero expresar algunas de mis ideas.

Escribir las notas en el papel es muy aburrido. ¿Por qué no podemos tener ideas musicales y preservarlas sin el tedioso trabajo de tener que escribirlas? A veces, antes de que pueda plasmarlas en papel, desaparecen, nadie sabe dónde están, y lo peor de todo es que nunca regresan. Es mucho más divertido tocar el piano, jugar al fútbol o ir a remar. 

LA LECTURA Y EL ESTUDIO

Me encanta leer y mi libro favorito es Los tres mosqueteros. También he leído algo de Shakespeare, Goethe, Schiller y otros autores. Me gustan mucho algunas partes de la novela española El Quijote pero me cuesta leerla. Creo que los estudiantes de música deberían leer mucho. Les hace pensar y les aporta ideas poéticas. 

La música es, después de todo, otro tipo de poesía, y si sacamos ideas poéticas de los libros, nos volvemos más poéticos y nuestra música se vuelve más bella. El estudiante que solo piensa en bajar las teclas del piano no puedo hacer que la gente disfrute con su interpretación. Tocar el piano es mucho más que presionar las teclas. El pianista debe contar al público lo que no se puede decir con palabras, eso es realmente la música. 

EN EL CONCIERTO

No sé qué es ponerse nervioso en un concierto. He tocado tanto y estoy siempre tan seguro de lo que voy a interpretar que el nerviosismo está fuera de toda discusión. Por supuesto, me preocupa la forma en la que el público recibirá mi interpretación. Quiero que disfruten y que no me aplaudan porque simplemente soy un niño, sino por el placer que, como verdaderos melómanos, les ha producido la propia música.  Si no les puedo dar esa satisfacción, no merezco estar ante el público. 

Mis conciertos suelen durar aproximadamente una hora, aunque algunas veces toco bises después del concierto. Tengo por costumbre no comer unas horas antes del recital porque los médicos le han dicho a mi madre que mi mente estará en una mejor forma. Quiero dar las gracias a los muchos amigos que he hecho entre los estudiantes que han venido a mis conciertos y espero haberles aportado algunas ideas que les ayuden en su estudio. 


REFERENCIAS:

- Cooke, J.F. (1917). Great pianists on piano playing: Study talks with foremost virtuosos. Philadelphia: Presser.

Traducción: Francisco José Balsera Gómez


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