TOBIAS MATTHAY: Viendo trabajar al profesor de piano

Una de las primeras cosas que conseguí cuando llegué a Londres fue localizar a Tobias Matthay, famoso compositor y docente.

Matthay ha trabajado mucho para que los principios de la técnica pianística sean claros y sencillos, de manera que hasta un niño pueda entenderlos. Si tiene información que parece innovadora, es porque estos principios rara vez son comprendidos por el profesorado de piano. Sus investigaciones se han ganado el respeto y la admiración, y sus ideas son actualmente aceptadas como verdades innegables por aquellos que al principio le repudiaban. Los escritos del señor Matthay serán sin duda mejor conocidos en América con el paso del tiempo. Estos textos forman parte de un trabajo exhaustivo que se recoge en obras como El acto de tocar en toda su diversidad, Principios fundamentales de la práctica pianística, Estudios sobre la relajación, Los primeros pasos del niño en el piano, Principios sobre la digitación y normas de pedalización, La rotación del antebrazo, y actualmente en prensa Principios para enseñar interpretación. Todos estos títulos son muy sugerentes y motivadores y muestran que Matthay reflexiona profundamente sobre la pedagogía pianística.

Tobias Matthay. Alrededor de 1913
Dominio público

Matthay está inmerso en una gran cantidad de actividades. Es profesor de nivel avanzado en la Royal Academy of Music, así como fundador y director de su propia escuela de piano. Está tan ocupado durante el día, que es casi imposible intercambiar unas palabras con él. Sin embargo, tuve la suerte de que me recibiera durante una hora y además pude asistir a algunas de sus clases en la Royal Academy donde tuve la oportunidad de escuchar a algunos de sus alumnos en un recital. A primera vista, Matthay tiene una personalidad que llama la atención. Físicamente, su cabeza y sus rasgos recuerdan a las imágenes de Robert Louis Stevenson. Su silueta alta y musculada tiene la inclinación propia de un erudito. No es extraño imaginárselo sentado en una silla durante su trabajo día tras día. Sus modales austeros se convierten en amabilidad cuando se tratan temas en los que está muy interesado. En su relación con los alumnos es siempre amable, comprensivo y motivador. Ellos, por su parte, le tratan con un profundo respeto. 

Matthay cree, y con razón, que el alumno que se inicia en el instrumento debería aprender lo básico sobre el valor de las notas, el ritmo, el tempo, trabajar su desarrollo auditivo, etc., antes de intentar tocar algo en el piano. La primera vez que el estudiante se sienta al instrumento, se debe explicar minuciosamente su mecanismo y qué debe hacer para obtener un buen sonido. En su obra Los primeros pasos del niño en el piano dice: “Antes de empezar a trabajar con el sonido, debes comprender que nunca hay que tocar el piano sin hacer música. Es muy fácil tocar de forma antimusical. Para hacer música, todos los sonidos tienen que tener un significado, de la misma forma que no sirve de nada pretender hablar a no ser que las palabras emitidas formen expresiones y frases congruentes.”

Para Matthay son imprescindibles unos conocimientos musicales
básicos antes de adentrarse en el trabajo con el piano. 
Fuente de la imagen: Pixabay

En el tema que tratamos ahora no hay ambigüedad que valga. Matthay muestra con claridad que la forma musical y la dirección melódica implican movimiento y progresión: de la frase hacia su cadencia, de un grupo de notas hacia el siguiente pulso o de toda la pieza hacia su clímax, etc. Esta visión en relación a la estructura, que ha defendido en los últimos veinte años, está siendo ahora aceptada por la mayoría de los teóricos y profesores ingleses.
 
Sobre el mecanismo de las teclas, los diferentes tipos de ataque y de sonidos resultantes, Matthay ha realizado estudios muy completos. Dice en su obra Principios fundamentales de la práctica pianística: “Las dos reglas principales de la técnica con relación a las teclas son: siente cuánto necesitas presionar la tecla para cada nota y en segundo lugar, escucha siempre el momento en el que se empieza a producir el sonido, de manera que aprendas a concentrarte en el sonido propiamente dicho y no en las teclas. Nunca debes golpear las teclas. La punta del dedo se posa sobre la tecla y al contactar suavemente con ella puedes presionar más. Esta acción debe realizarse con el único propósito de ejercer una presión determinada y producir diferentes tipos de sonido. Siempre debes dirigir este movimiento al punto en el descenso de la tecla en el que comienza el sonido.”

Cito también estas ideas de la misma obra:

“a) Solo es posible producir un sonido haciendo que el martillo percuta la cuerda. b) Cuanto más rápido sea el movimiento, más fuerte será el sonido resultante. c) Cuanto más gradual sea la rapidez con la que se pulsa la tecla, más bella será la calidad sonora. d) Para obtener un sonido brillante se debe golpear la cuerda por medio de la tecla, pero no, por error, golpear la propia tecla. e) Debes percutir cada tecla hasta el punto en el que se empieza a producir el sonido porque el martillo golpea la cuerda en ese preciso momento, y entonces es muy tarde para influir en el sonido excepto en su continuación. f) Es erróneo presionar fuertemente la base de las teclas porque perjudica al resultado sonoro, afecta al resultado musical, impide que haya agilidad y además es agotador. g) Debes sentir el punto de caída de la tecla para saber cuánta fuerza es necesario utilizar en cada nota.

Según el tipo de toque utilizado variará la calidad del sonido.
Fuente de la imagen: Pixabay

El señor Matthay da instrucciones muy minuciosas sobre los problemas musculares derivados de la forma de tocar y de la técnica. Por ejemplo, explica cómo se producen los sonidos tanto buenos como malos, las diferencias en la duración y las leyes que permiten conseguir una técnica ágil y cómoda. También explica la naturaleza de los movimientos musculares incorrectos, que impiden que se consiga todo lo anterior. Muestra dónde debería utilizarse el peso del brazo y dónde no, deja claros los dos tipos de técnica que implican una posición de los dedos “plana” o “en ángulo”, y se mete de lleno en la idea poco entendida del movimiento rotatorio del antebrazo, cuyo uso correcto es necesario en cada nota que tocamos. 

Al hablar sobre los métodos para la enseñanza del piano, el señor Matthay me comentó lo siguiente:

“No tengo un método para tocar y además no tengo mucha confianza en la gente que lo tiene. Mis enseñanzas simplemente muestran cómo se consigue tocar bien o mal. Sin embargo, hay ciertos principios que cualquier intérprete debería conocer, pero que - siento decirlo - hasta ahora son escasamente comprendidos incluso por los mejores profesores. Los grandes pianistas practican e investigan con el sonido hasta conseguir el tipo de efecto que pueden repetir cuando les apetece y siempre que las condiciones son favorables. Como regla general, desconocen cómo obtienen estos resultados. Usted puede preguntar a estos grandes pianistas, por ejemplo, que le expliquen cómo tocan las octavas. “Oh, lo hago así” dirán, ejemplificándolo en el piano pero sin saber argumentar con palabras de qué manera lo consiguen. En mi caso he experimentado mucho pero siempre con la vista puesta en cómo se hacen las cosas, los hechos y normas que rigen la producción del sonido y la interpretación. Hice un estudio sobre la manera de tocar de Rubinstein y observé que tocaba mucho mejor que yo. Así que, al escucharle, averigüé muchas cosas que quizás él no podría haberme explicado. Estos hechos son indiscutibles y he conseguido que muchos de mis colegas se den cuenta de que son ciertos. Es más, he logrado que algunos de mis más antiguos compañeros, que llevaban toda la vida con ideas erróneas, se percaten de la verdad de mis enseñanzas. 
 
El trabajo de un profesor debería hablar por sí mismo. En lo que a mí respecta, nunca me hago publicidad porque puedo señalar a cientos de alumnos – esto no es en absoluto una exageración – que se encuentran continuamente entre el público, son concertistas o trabajan como exitosos docentes. Si hay algo que me enfada profundamente es la incompetencia de muchos profesores de piano. Dicen al alumno: “tocas mal, tienes que tocar mejor” pero no les dicen cómo tienen que tocar mejor. Se dedican a programar estudios, sonatas y otras piezas pero nunca llegan al fondo de la cuestión. Es incluso peor que los falsos profesores de canto. Siento que es detestable.” 

Fue un lujo estar en alguna de las clases privadas del profesor Matthay en la Royal Academy. Algunos muchachos jóvenes se presentaban a un concurso y tocaban la misma pieza, uno de los Valses Capricho de Strauss-Tausig.
Matthay suele escuchar la interpretación completa de la obra. A continuación vuelve al principio y la va revisando de nuevo para aportar correcciones y sugerencias. Se concentra en su trabajo con absoluta devoción, dirigiendo con los movimientos de su cabeza y manos al igual que hace un director de orquesta.  A veces toca un acorde en la parte del registro agudo del piano para instar al alumno a que toque con más fuerza. Otras veces pone su mano en el brazo del alumno para contenerlo y obtener un sonido más delicado. Utiliza continuamente su lapicero azul para añadir marcas de fraseo. En los descansos habla con el alumno sobre el carácter de la pieza y de los efectos que cree que se deberían hacer. En resumen, sus clases son instructivas y de gran ayuda.

También tuve la oportunidad de asistir a una audición de alumnos y aquí los resultados obtenidos fueron poco menos que maravillosos. Jóvenes, tanto chicos como chicas, tocaron con precisión y fluidez piezas complejas como las Variaciones de Grieg para dos pianos, la Invitación a la danza de Weber, así como obras de Chopin y Liszt. Casi todas ellas se tocaron de memoria. El sonido era de calidad y parecía que los estudiantes entendían a la perfección lo que estaban haciendo y el significado de la música. En verdad, ejemplificaban una de las máximas del profesor: “Nunca toques el piano sin hacer música”.

Poco tiempo después recibí una copia del nuevo libro que había publicado. Su extenso título es Interpretación musical, sus leyes y principios, y su aplicación en la enseñanza y en la práctica escénica. En un primer momento, el material se presentó como una sucesión de conferencias pero en ediciones posteriores se cambió el formato. Al comienzo, el autor sostiene que no tiene la intención de tratar el tema de manera exhaustiva, sino que más bien va a explicar los siete puntos siguientes:

1.- La diferencia entre practicar y mover los dedos.
2.- La diferencia entre enseñar y estudiar.
3.- Cómo se puede aplicar el trabajo mental en el estudio. 
4.- Ideas para trabajar el tempo y la dirección melódica.
5.- El rubato y su aplicación. 
6.- La duración y pedalización y su aplicación.
7.- Algunos detalles para el trabajo con la producción sonora. 

Estos temas, que se tratan de una forma original e innovadora, deben hacer que el lector reflexivo se pare a pensar. El profesor tiene como principal objetivo promover el pensamiento reflexivo, debe ayudar al alumno a que se concentre en lo que está haciendo. Se trata de pensar y escuchar constantemente. Enseñar no consiste solo en mostrar dónde están los errores. El docente debe dejar claro por qué se producen las equivocaciones y aportar soluciones para corregirlas. La sección del libro dedicada al rubato está ilustrada con numerosos ejemplos de obras muy conocidas. Muestra cómo frecuentemente esta idea no es entendida por los principiantes, que parecen pensar que un rubato significa parar el tempo en lugar de darle su correcto significado: obtener un pulso flexible de tempo ondulante mediante una pequeña modificación de la relación de valor entre las figuras escritas. 

El tema del pedal se explica de manera muy acertada por medio de una gran cantidad de ejemplos. El autor condena el uso incorrecto del pedal de resonancia, que puede arruinar todo el cuidado y el esfuerzo puesto en el fraseo y en el sonido gracias a la acción de los dedos. En la mayoría de los casos los errores se deben a la falta de atención en el sonido producido. 

Hay párrafos en cada página que son dignos de ser citados y que por su sinceridad, franqueza y originalidad en la forma en que están escritos, se graban fácilmente en la imaginación del lector. El profesor que se toma en serio su trabajo y pone el mayor de sus intereses en el alumnado debería leer y reflexionar sobre estas páginas. 

BIBLIOGRAFÍA:

Brower, H. (1915). Piano Mastery. Talks with master pianists and teachers. New York: Frederick A. Stokes Company.

González, A. (2003). Diccionario de la música. Madrid: Alianza.

Traducción: Francisco José Balsera Gómez

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